Cuenta regresiva  N°6

Septiembre 1973      

El mes de la Patria se iniciaba en Chile bajo negros presagios. La conspiración en curso no había logrado aún solucionar los problemas institucionales mayores que dificultaban los preparativos golpistas iniciados hacía meses: el nombramiento de Merino como Comandante en Jefe de la Armada en reemplazo del almirante Montero y la decisión clara de Pinochet -ya Jefe del Ejército- de participar en el golpe. En el Alto Mando Naval la correlación de fuerzas era clara : aparte del almirante Montero, los contralmirantes Daniel Arellano y Hugo Poblete Mery, más algunos oficiales subalternos, la inmensa mayoría de la oficialidad conspiraba desde hacía meses y consideraba con temor la permanencia del almirante Montero a la cabeza de la Marina, aun si el golpe era apoyado cada vez más abiertamente por oficiales navales, quienes tenían estrechas relaciones con la Inteligencia estadounidense, como lo denunció años después a un periódico británico el general Carlos Prats. Se trataba del coronel norteamericano Ryan. Esta intervención fue narrada en la famosa película Missing de Costa Gavras, donde se relata la ejecución y desaparición de dos jóvenes estadounidenses, Charles Horman y Frank Teruggi, quienes habían descubierto los lazos entre oficiales de la inteligencia naval de ese país y oficiales golpistas chilenos en los preparativos del golpe.

Se hacía necesario que Merino, una vez decidida la fecha del golpe, gozara del título formal de Comandante en Jefe de la Armada, como ya lo eran, Pinochet y Leigh de sus instituciones respectivas. Merino se sentía menoscabado con respecto a ellos.

El 1° de septiembre, acompañado del almirante Huidobro, Merino planteó al almirante Montero que el Consejo Naval estimaba que debía dimitir a su cargo. El ministro Letelier enterado de este desacato los increpó diciendo que la remoción de los altos mandos era facultad privativa del Presidente, recordándole a Merino que había sido él mismo quien le había manifestado su deseo de renunciar. Compungido, Merino afirmó que efectivamente deseaba acogerse a retiro. A fines de año, tanto Merino como Huerta cumplirían 40 años de servicio.

Distinta era la situación del almirante Montero quien ya había sobrepasado los 40 años de servicio pero, atribución presidencial, el Presidente Allende le había pedido se mantuviera en el cargo de Comandante en Jefe tres veces, desde 1970.

En la reunión de Letelier con el Consejo Naval surgió la ardorosa defensa del mando de la Armada que representaba el almirante Montero, de los contralmirantes Daniel Arellano y Hugo Poblete Mery, quienes criticaban las presiones de los otros almirantes que querían forzar la mano al gobierno e imponer a Merino.: “Ministro, aquí lo que se está planteando es un acto de insurrección inaceptable...dentro de la Armada se está alterando la disciplina...”.

Carvajal, también presente, trató de defender a Merino. Carvajal era una pieza clave en el dispositivo conspirativo -Jefe del Estado Mayor de la Defensa Nacional- sabía que era mejor para el éxito del golpe, que Merino, tal como Pinochet y Leigh en sus respectivas instituciones, asumiera la Jefatura de la Armada.

Fue en esos días que el Presidente Allende comenzó a madurar su idea de convocar a un plebiscito y cogobernar con la DC. Era la única forma, dijo a sus más cercanos colaboradores (Garcés, Beatriz Allende, Arsenio Poupin, Claudio Jimeno, René Benditt) de impedir el golpe.

El 2 de septiembre comenzaron los ajetreos ligados al creciente malestar de la Marina por la no designación de Merino. Solo, ante la creciente adhesión de los oficiales a la conspiración que ya frisaba la cuasi insurrección, el almirante Montero dió prueba de entereza aun si su salud se quebrantaba a ojos vista. Orlando Letelier por su parte percibía perfectamente que Carvajal era quien coordinaba a los conspiradores en todas las instituciones castrenses. Montero parecía de acuerdo con la opinión de Letelier, pero aconsejó esperar la Junta de Calificación que debía tenerse a fines de ese año para pasar a retiro a Carvajal, Merino y Huerta. La firme actitud de Letelier y del almirante Montero, contrastaba con la del general Prats, quien como hemos dicho hab ía renunciado a su cargo, posibilitado así el golpe en el Ejército.

La presencia de Montero, el anuncio del plebiscito que se proponía hacer el Presidente Allende, daban, se pensaba, un margen de maniobra, un respiro. El nombramiento de Merino en lugar de Montero era entonces un objetivo en la Armada, aun si la correlación de fuerzas en ella era abrumadora como hemos dicho en favor del golpe. La prensa golpista, financiada desde el extranjero (El Mercurio, Tribuna, PEC, etc) echaba leña al fuego, como el semanario PEC que publicó un artículo titulado “Allende, de nuevo entre la Marina y la pared”. Se explicaba ahí, que no se podía como en otras instituciones armadas, “dividirlas para imponer la voluntad de La Moneda : ningún alto oficial aceptaría la Comandancia en jefe si ésta no se le ofrecía a Merino. Si de Allende dependiera, mantendría a Montero en su puesto hasta diciembre de 1973...Ese mes Merino y Huerta se acogen automáticamente a retiro. Pero las cosas han dejado de depender de Allende. En este instante quien corta el bacalao es la Marina”.

Montero sabía que el golpe era cuestión de días, pero no se amedrentó y siguió sirviendo como Comandante en Jefe hasta el mismo día del golpe, cuando su casa fue rodeada por infantes de marina, helicóptero, sus comunicaciones telefónicas cortadas y sus automóviles inmovilizados.

Por esos días, el Auditor naval Rodolfo Vío Valdivieso, conspirador de larga data, y a quien el Presidente Allende y Letelier habían encargado investigara la acusación de torturas a los marineros antigolpist, presentó la petición de desafuero contra Altamirano y Garretón por “incitación a la sublevación”. Al mismo tiempo se acentuaron los paros de los transportistas, parte de cuyos camiones estaban aparcados en terrenos pertenecientes a la Armada desde hacía varias semanas. El dinero proporcionado por la CIA a las empresas chilenas era distribuido por la SOFOFA desde el mes de julio, dólares, que cambiados en el mercado negro se multiplicaban por 500% por sobre el curso oficial.

En los primeros días de septiembre se celebró el tercer aniversario del triunfo electoral de la UP en 1970. Ese martes 4 de septiembre, cuatro columnas convergieron hacia el centro de Santiago y el Presidente Allende las aplaudía y las alentaba junto a dirigentes de la UP. Las filmaciones existentes dan cuenta de las divergencias entre los manifestantes que coreaban : “Basta ya de conciliar es la hora de luchar”, además de las consabidas “Unidad y combate”, y “No a la guerra civil”.

Ese 4 de septiembre, Roberto Viaux Marambio abandonó el país rumbo a Paraguay condenado por extrañamiento por su participación en el complot para impedir en octubre de 1970, el nombramiento por el Congreso de Salvador Allende como Presidente de la República y que terminó con la muerte del general Schneider. Volvería a Chile años más tarde autorizado por la Junta Militar.

El 7 de septiembre Merino fue recibido por el Presidente Allende para fijar la fecha de entrega de la Jefatura de la Armada. El Presidente le dijo que esta se llevaría a efecto el 12 de septiembre, y no antes como quería la Marina, porque el gobierno no quería aparecer como inclinándose ante ella, según decían P y L y Tribuna. Merino arguyó que su institución tenía todo dispuesto para ese día, 7 de septiembre, pero el Presidente mantuvo el principio de autoridad y decidió postergar el nombramiento de Merino.

Contrariado, este llamó al almirante Huidobro quien era de opinión que Merino debía asumir el mando de todas formas y en tono amenazador dijo a Merino en un susurro que disponía de 3000 infantes de marina para forzar la mano del Presidente Allende.

Seguramente el plan de la conspiración y sus mandantes extranjeros no querían cambiar el calendario ya fijado, de ahí la insistencia de Huidobro. Finalmente Merino se sometió a la decisión del Presidente y no insistió temiendo un desmadre de Huidobro y sus 3000 infantes de marina, que podría haber echado por tierra el plan que preveía el 11 de septiembre como día “D”, a las 6 am en Valparaíso y a las 8h30 en Santiago.

Era el viernes 7 de septiembre de 1973.

Ese fin de semana tuvieron lugar otras peripecias puesto que el día “D” ya estaba fijado. Pero la gran incógnita seguía siendo la participación en el golpe del general Pinochet. Se designó a Leigh para que comunicara a Pinochet lo que ya había sido decidido por los conspiradores.

Ese viernes 7 tuvo lugar también una importante reunión en la Escuela Militar a la que asistió entre otros, Arturo Yovane, articulador del golpe en Carabineros. También estaban presentes el coronel Nilo Floody, el coronel Fornet de la Fach y el capitán de navío Arturo Troncoso, lo que demostraba que los jefes de unidades -coroneles- ya habían sido puestos al corriente del golpe. Pero seguía en pie el “enigma Pinochet”.

El general Arellano insistió en que se debía considerar la participación de Pinochet. Se le encomendó hablar con él y en caso que se restara al movimiento castrense en curso, barajar la posibilidad de que asumiera en su lugar otro general, “sin hacer olas”. Hacía algunas semanas ciertos generales habían avanzado el nombre del general Manuel Torres de la Cruz, comandante de la división sur con asiento en Punta Arenas.

Otro problema y no menor lo representaba el generalato de Carabineros, en cuyo Alto Mando habían varios generales pro UP y/o allendistas : Sepúlveda Galindo, Urrutia, Parada, Alvarez, Salinas, y dos generales -Yáñez y Cádiz- quienes habían hecho saber a Yovane que no participarían en un intento golpista, pero juraron mantener silencio al respecto. En cambio, los generales Mackay y Contador, así como Mendoza (sexta antigüedad), adhirieron al golpe. Con la salvedad de que Mendoza no firmaría el acta de constitución de la Junta hasta no ver estampada la firma de Pinochet. Se le encomendó a Yovane neutralizar a los generales “pro UP”.


A diferencia del almirante Montero que enfrentaba a la ya casi declarada sublevación en la Marina, Prats, quien había renunciado a la jefatura del Ejército en agosto, sufría una depresión acentuada, y le confidenció a Orlando Letelier a menos de una semana del golpe : “Si el Presidente no toma medidas inmediatas antes del 14 de septiembre, se producirá un golpe de Estado”.

Según Letelier, Prats sabía que los generales Bonilla (logística), Arellano (Estado Mayor), Washington Carrasco (III división, Concepción), Héctor Bravo Muñoz (IV división, Valdivia), Torres de la Cruz (Punta Arenas, ) conspiraban y soliviantaban a jefes de unidades. Sobre Herman Brady, de la guarnición de Santiago, masón y que hacía alarde de su amistad con el Presidente fue lapidario : “Yo no le tendría mucha confianza”.

El ministro Orlando Letelier del Solar, que aquellos días enfrentaba con entereza lo que sabía era una conspiración en ciernes y sólo había asumido su ministerio el 23 de agosto, en esa ocasión, poco días antes del golpe, expresó el general Prats que Pinochet tenía una actitud de lealtad para con el gobierno, “Pero -agregó- a él se le puede plantear el mismo problema de la renuncia como a tí te ocurrió. Si no, quiere decir que Pinochet está calculando y en un momento dado se va a plegar hacia el sector donde haya más generales y fuerza”. Con todo, expresó Prats :”Pinochet no estará entre los traidores”.

A sólo días del golpe, la Fach acentuaba la brutalidad de los allanamientos, que habían causado el asesinato de un trabajador en la Lanera Autral en Punta Arenas, a manos de la esa institución. Era una manera de acostumbrar a la tropa en las tareas de represión., tal como ocurrió en Santiago en la industria textil Sumar.

En esos días Prats recibió una zalamera carta de Pinochet. En ella escribía reafirmándole sus sentimientos de invariable afecto y amistad. : “Me dirijo no sólo al amigo sino al general que en todos los cargos que le ha correspondido desempeñarse lo ha hecho guiado por un superior sentido de la responsabilidad, tanto para el Ejército como para el país...”

El relato que Leigh y Arellano hacen de esos días -8, 9 de septiembre-es decidor y arroja luces sobre los generales involucrados en la conspiración, sobre su doblez y cobardía, diferente de la versión dada con posterioridad por Pinochet.

Durante varias horas durante aquellos días, tanto Arellano como Leigh trataron de hablar a solas con Pinochet. Les fue imposible ya que siempre este estuvo acompañado sea de su mujer o, por ejemplo, del general Orlando Urbina, segundo mando en el Ejército de quien se decía era constitucionalista, pero que como otros, se plegó a la mayoría de generales que apoyaron el golpe.

Leigh desconfiaba de él y cuando finalmente encontró a Pinochet en su casa el 9 de septiembre según cuenta posteriormente Leigh, el Jefe del Ejército le expresó que había que enviar a Urbina a Temuco con el pretexto de averiguar la existencia de un foco guerrillero. Pero en realidad el 9 de septiembre Pinocher junto a Urbina habían tenido otras entrevistas, que el jefe del Ejército se cuidó de revelar a Leigh.

Ese fin de semana a su vez, el Comité Ejecutivo de la UP se reunió porque debía pronunciarse sobre el llamado a plebiscito propuesto por el Presidente Allende.

En sus memorias, Orlando Millas, miembro de la CP del PC, que había sido ministro de Hacienda, escribe que el Presidente era pesimista en cuanto a la posibilidad de impedir el golpe. Aun cuando siempre había mantenido conversaciones con la DC, con Aylwin, gracias al ministro del Interior Carlos Briones. Contactó a su vez a Fernando Castillo Velasco para que éste sirviera de nexo con Frei y la DC. Pero Castillo Velasco sufrió un infarto.

Entonces intervino Orlando Millas que pujaba por un acuerdo con la DC, quien contactó a su primo DC Juan Gómez Millas, que había sido rector de la U de Chile y ministro de Educación de Frei. Gómez Millas habría propuesto una reforma constitucional a someter a plebiscito rápidamente (sobre las tres áreas de la economía), pero donde a su vez se incluía la convocatoria a una Asamblea Constituyente, electa como los diputados funcionando paralelamente que el Parlamento, con un plazo de un año para terminar sus trabajos.

Si el Presidente Allende aprobaba esta iniciativa, personalidades del ámbito universitario de diversa coloración política, encabezados por Gómez, emitirían una declaración aprobando dicha salida y proyecto, poniendo así fuera de juego el recurso a la fuerza. Por su lado, Frei, apoyaría públicamente dicha salida negociada.

Pero claro, quedaba el escollo del acuerdo político de la UP donde hubo obstáculos. El PC estaba de acuerdo así como el PR, la API y el Mapu OC. Pero el PS, el Mapu y la IC se opusieron a dicha iniciativa.

El Presidente Allende pensaba que de aprobar su proposición, se dispondría de tres años que quedaban de mandato presidencial y un año de discusión en la Asamblea Constituyente. El Presidente Allende creía que en esas condiciones la UP podía ganar la AC, lo creía posible. Y si el gobierno era derrotado, lo sería por un voto democrático y no por la fuerza de las armas y sus sangrientas consecuencias.

En el PS algunas voces se levantaron para decir que el Presidente exageraba la posibilidad del peligro de un golpe (Adonis Sepúlveda y Eric Schnacke) : “El Ejército no se comprometería con la derecha en un golpe”, puntualizó Schnacke. En caso contrario, se decía, habría un contragolpe.

Resulta realmente increíble que dirigentes teóricamente bien informados como Schnacke hayan podido sostener tamañas afirmaciones, que la situación real del país desmentía todos los días.

El Presidente Allende había trazado esas últimas semanas un plan tendiente, gracias al acuerdo con la DC a una salida política que evitara un baño de sangre. Sentía horror por la sangre derramada por otros, la suya le parecía tal vez un riesgo previsible, como lo había manifestado en repetidas oportunidades aquellos últimos meses.

El general Prats en sus Memorias escribe que el allanamiento de Sumar por efectivos de la Fach el 7 de septiembre habían sacado de quicio al Presidente y le dijo que llamaría el lunes 10 a un plebiscito : “Piensa que se perderá, pero será una derrota honrosa para la UP porque habrá una expresión mayoritaria del pueblo que evitará la guerra civil”. Pensaba anunciarlo en un acto público al que debía asistir en la UTE de Santiago. Prats dice haberlo escuchado atónito ese 7 de septiembre en El Cañaveral, “puesto que implementar un plebiscito tardará varias semanas y el peligro de golpe es un asunto de días”. Pensaba,que incluso con la supuesta lealtad de Pinochet, “el mando sería sobrepasado”.

Curiosamente, esa tarde del 7 de septiembre de 1973, el Presidente Allende no fue la primera vez que reafirmó su confianza en la lealtad de Pinochet, pero aún más sorprendente resulta que también haya tenido confianza en Leigh, de quien se sabía era un conspirador notorio.

Ese día en El Cañaveral, Prats le dijo al Presidente Allende que pidiera permiso constitucional para ausentarse del país. Ante la furiosa mirada del Presidente Allende, Prats prefirió tragarse su proposición.

Antes de haber ido dicha tarde a El Cañaveral, Prats había visitado a Frei donde se dió cuenta, por sus propias declaraciones posteriores, que el golpe era ya inevitable.

El Presidente Allende había convocado el domingo 9 a Pinochet, Urbina y el presidente de la CUT, Luis Figueroa. Se trataba de coordinar un plan entre los trabajadores y los oficiales considerados leales del Ejército, para responder a una eventual asonada golpista.

En otro lugar de Santiago, Arellano buscaba denodadamente a Pinochet con el fin de comprometerlo en el golpe. Leigh se inquietaba por la tardanza de Pinochet en adherir a la intervención castrense.

También Arturo Yovane, el organizador del golpe en Carabineros había tenido el 7 de septiembre la misión de comprometer para cuatro días después, el Día “D”, a Mendoza, sexta antigüedad en Carabineros. Con él discutió la manera de neutralizar a los generales “allendistas”, pero como dijimos, Mendoza aún no firmaba su compromiso con el golpe, hasta que Pinochet no estampara su firma.

El 8 de septiembre Arellano había corrido todo el día tras de Pinochet tratando de ubicarlo. Lo encontró en su casa alrededor de las 21h y le explicó a grandes rasgos el plan y las fuerzas con las que creían contar.

El domingo 9, Carlos Altamirano pronunció en el Estadio Chile su famoso discurso donde admitía haberse reunido con los suboficiales y marineros antigolpistas, constitucionalistas.

Con posterioridad y para “cargar” a Altamirano se ha hablado de que este discurso habría servido de detonante y habría precipitado el golpe.

Ello no es cierto. Como hemos tratado de demostrar, el golpe se había preparado desde hacía meses y contaba con una evidente asesoría extranjera en las instituciones castrenses chilenas, particularmente en la Marina, como lo reconocen muchos implicados y víctimas de él, algunos de ellos como Roberto Thieme, Carlos Prats, además de las conclusiones de las Comisión Church que investigó la injerencia estadounidense en Chile.

Es significativo que muchas críticas dirigidas contra la actuación politíca de Altamirano -que por cierto caben- en este caso no se justifican, por cuanto el golpe fue el resultado de un conjunto de acciones políticas, militares y financieras iniciadas tanto en Chile como en el extranjero desde hacía meses cuando no años, y no fue un discurso encendido por muy inflamado que haya sido pronunciado 48 horas antes del golpe militar, la causa del golpe.

Dichas críticas provinieron inicialmente en gran parte del PC o de cercanos a dicho partido, que en parte se han mantenido en el tiempo.Tal vez es una manera de redimirse de las responsabilidades propias que le cupieron en el manejo de la “revolución chilena”. Recordemos que tiempo después, un alto jerarca del PCUS había sentenciado lapidario : “Una revolución que no es capaz de defenderse no merece llamarse revolución”.

Aún el domingo 9 de septiembre Pinochet no había confirmado a Leigh su participación en el golpe para el 11 de septiembre. Cuando finalmente se reunieron, llegaron los oficiales de la Marina -González y Huidobro-con la famosa carta de Merino donde se emplazaba a Leigh y a Pinochet a comprometerse con el golpe firmando aquel documento redactado por Merino precipitadamente.

Pinochet, había concurrido el domingo 9 acompañado por Urbina a una reunión con el Presidente Allende, quien quería saber el estado en que se encontraban las unidades donde se habían detectado preparativos golpistas. Esa misma tarde se recibió en Tomás Moro de fuente “fidedigna” que se había detectado concentración de tropas brasileñas en la frontera boliviana con Chile.

El 8 de septiembre, el cuartel general de la CIA recibió un despacho del jefe de la estación de Santiago : “La Armada ha programado una acción para derrocar al gobierno de Allende, la Fach apoyaría esta iniciativa...el almirante Merino, jefe de la I° Zona Naval, está tratando de postergarla para el 12 de septiembre fecha en la cual espera ya haber sido nombrado Comandante en Jefe de la Armada”.

Muy bien informado estaba el jefe de la CIA en Santiago quien se permitía además informar a su cuartel general en EEUU de cuáles serían las primeras medidas de la Junta Militar : “ La Fach silenciará las radios gubernamentales y prevé el establecimiento de una red o cadena nacional de emisoras de las FFAA y Carabineros a partir de las Radios Balmaceda (DC), Minería y Agricultura (SNA y derecha). El general Arturo Yovane ha garantizado el apoyo de la Escuela de Carabineros, los Servicios Especiales y la guardia del Palacio de La Moneda...El golpe se iniciaría el 10 de septiembre...”

Sin embargo, luego la CIA puntualizaba que el plan podría ser suspendido si el Presidente Allende dimitiese, llamase a plebiscito o anunciara la formación de un gabinete 100% compuesto por militares...”Ello produciría una postergación del golpe”, concluía la estación de la CIA de Santiago, agregando que el Presidente Allende “Tiene todavía un margen para maniobrar : podría frustrar el intento de los conspiradores si acogiera o aceptara las demandas de las FFAA y el PDC”.

Curiosamente, el viernes 7 de septiembre, Nathanel Davis, embajador de EEUU, había informado al ministro Letelier que debía viajar inmediatamente a Washington convocado por Kissinger, pero que volvería el 12 de septiembre puesto que Orlando Letelier y Davis habían fijado cita para ese día.

Este último cuenta que cuando llegó a Washington, Kissinger lo recibió con una exclamación : “Finalmente el golpe ya está en marcha en Chile!”

En la mañana del domingo 9 el Presidente Allende se reunió con la dirección del PC (Corvalán, Díaz y Millas). Les informó que no sería desleal con su partido y que esperaba que el PS aportara su apoyo a la iniciativa de su llamado a plebiscito. Si fuésemos derrotados les expresó, “el movimiento popular debe continuar. Yo estaré en mi puesto y ustedes en el suyo. La Historia de Chile no termina con la Presidencia de Allende”. El PC designó a Enrique París como su contacto con el Presidente.

Desde esas horas, el gobierno había tomado algunas medidas de protección (más de 1000 carabineros suplementarios reforzarían Santiago), medidas que resultarían irrisorias, tan grande era la desproporción de poder de fuego que se abatiría en contra del gobierno del Presidente Allende : Marina, Aviación, Ejército y Carabineros.

Ese domingo 9, en primeras horas de la tarde, Pinochet se encontró por última vez con el Presidente. El general reafirmó el pleno respeto del Ejército a la autoridad del Presidente, agregando que no creía que ni la Armada ni la Fach pudiesen intentar un golpe sin contar con el Ejército. El Presidente le contó entonces a Pinochet su intención de llamar a plebiscito.

De su lado, Arellano se inquietaba cada vez más, conocedor de la máxima militar que es más angustiante la víspera de la batalla que la batalla misma. Por la noche tres conspicuos personajes habían llegado a su domicilio : Jorge Fontaine Aldunate, presidente de la SOFOFA, Juan de Dios Carmona, senador DC y el coronel retirado Alberto Labé, todos, conspiradores de larga data.

Luego, con los generales Vivero y Nuño, afinó detalles para el día siguiente.

A medianoche el gobierno fue informado de que los buques norteamericanos que tomarían parte en la operación Unitas habían llegado a las costas de Valparaíso.

Sólo a las 13 h del 10 de septiembre Pinochet fue reconocido oficialmente como jefe de los golpistas, alrededor de un almuerzo en el ministerio de Defensa. Estaban junto a él los generales Leigh, Bonilla, Brady, Benavides, Arellano y Palacios. Discutieron luego del almuerzo sobre la acción que se llevaría a efecto al día siguiente.

A unas cuantas manzanas de ese lugar, en Amunátegui con Huérfanos, en el Edificio General Norambuena, el general Mendoza todavía se resistía a firmar el acta de constitución de la Junta Militar. Luego de que Leigh le presentara el acta donde figuraba la firma de Pinochet, finalmente Mendoza firmó.

Por la tarde, el Presidente reunió a varios ministros y Letelier informó que habían 13 sumarios en curso contra diversos oficiales por sedición. Esa tarde se recibió la carta de los familiares de 60 suboficiales y marineros detenidos por la Armada y acusados de intento de sublevación, En realidad se habían opuesto a las iniciativas golpistas de oficiales navales en diversas unidades de la Marina.

Ocurrió entonces, a pocas horas antes del desencadenamiento masivo de la violencia golpista algo insólito : bajo la responsabilidad del Presidente y del ministro Letelier, fue designado para conocer los hechos denunciados por los familiares de los marineros y suboficiales, el Auditor de la Armada, Rodolfo Vío Valdivieso, miembro de la 1° Cofradía de Lo Curro y connotado golpista, que por cierto no manifestaría ninguna intención de ordenar investigación alguna al respecto.

Arellano se retiró a su casa al la 1 am del 11 de septiembre. Era el comandante de la agrupacón Centro, compuesta por la Escuela de Infantería, Escuela de Suboficiales, regimientos Tacna, Yungay (San Felipe), Guardia Vieja (Los Andes), Coraceros (Viña), Maipo (Valparaíso), Ingenieros (Tejas Verdes).

Por su lado, un activo conspirador de larguísima data, René Silva Espejo, director de El Mercurio y Arturo Fontaine Aldunate (subdirector), fueron informados por el vértice de la conspiración del acontecimiento que ocurriría el 11 y se aprestaban a imprimir el periódico en una imprenta situada en Providencia y no en el centro.

La operación “Silencio” había sido decidida (silenciamiento de las emisoras pro UP), a cargo del coronel Polloni e instrucciones se dieron sobre el tratamiento dado a los partidos de la UP y sus dirigentes, además de una profusión de borradores de proclamas y bandos que serán leídos por el coronel Guillard desde el ministerio de Defensa, en el cual ya se encontraba para esos efectos, el hijo de Arellano, Federico Whilloughby y Alvaro Puga, estos dos últimos notorios contactos con la CIA y luego con la DINA.

A las 8 h32 Guillard leyó la primera proclama de la flamante Junta Militar : “Teniendo presente la gravísíma crisis social y moral por la que atraviesa el país, 2° la incapacidad del gobierno para controlar el caos.; 3° el constante incremento de grupos paramilitares entrenados por los partidos de la UP que llevarán a Chile a una inevitable guerra civil, las FFAA y Carabieros de Chile declaran : 1° El señor Presidente de la República debe proceder de inmediato a la entrega de su alto cargo a las FFAA y Carabineros...”.

Luego de escuchar la primera proclama de la Junta Militar, el Presidente Allende hizo uso de la palabra por Radio Magallanes y Radio Corporación :

“En este bando se insta a renunciar al Presidente de la República. No lo haré, notifico al país la actitud increíble de soldados que faltan a su palabra y a su compromiso de seguir defendiendo a Chile en su prestigio, en su tradición, en su norma jurídica en su Constitución...”

Minutos más tarde, pasadas las 9 am, saldría al aire nuevamente por las emisoras antes citadas :

“En estos momentos pasan los aviones. Es posible que nos acribillen. Pero que sepan que aquí estamos, por lo menos con nuestro ejemplo.. que en este país hay hombres que saben cumplir con su obligación...”

Pocos momentos antes habían hecho defección los carabineros, que hasta ese momento habían guardado una actitud -la tanquetas- de defensa de La Moneda.

Pasadas las 10 am, el Presidente Allende se dirigió al pueblo expresando su voluntad de combatir hasta rendir su vida :

“Quizá sea la última oportunidad en que pueda dirigirme a ustedes.

Yo no voy a renunciar...Siempre estaré junto a ustedes...El pueblo debe defenderse pero no sacrificarse. El pueblo no puede dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse...

Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino, otros hombres superarán este momento gris y amargo donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que mucho más temprano que tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor. Viva Chile, viva el pueblo, vivan los trabajadores.

Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza que por lo menos habrá una sanción moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.”Terminada su alocución el Presidente se dirigió a los técnicos de Radio Magallanes :

“Eso es todo compañeros”.

Manera de decir tal vez, “Todo se ha consumado”.

Eran pasadas las 10 am de ese 11 de septiembre de 1973.

Francisco Javier Peña
Septiembre de 2023


   

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