Cuenta regresiva N°4 |
Aún no se esfumaba el olor a pólvora en las calles de Santiago luego del “Tanquetazo”, esa suerte de , exabrupto liderado por Patria y Libertad y oficiales del Blindados N° 2, que había contado con un innegable apoyo entre los oficiales de mediano rango (coroneles, tenientes-coroneles, mayores, capitanes) en numerosas unidades a lo largo del país, el dirigente de P y L Roberto Thieme, que había simulado tiempo antes un accidente aéreo y que durante el transcurso del alzamiento del 29 de junio, siguió con atención el desarrollo de los acontecimientos mientras preparaba un contingente armado con la ayuda de militares argentinos y chilenos, más el apoyo logístico de “alemanes étnicos” en enclaves germanos instalados en la zona sur del país. La tentativa del 29 de junio expresaba la política militar de P Y L tendente a contactar e infiltrar los mandos castrenses. P y L había llegado a la “leninista” conclusión, que las condiciones para realizar un golpe y la crisis existente en el país estaban “maduras”, pero agregó Thieme en declaraciones posteriores, no era un “golpe norteamericano”, sino nacionalista, compuesto por oficiales chilenos y antimarxistas. Thieme afirma que el movimiento fue detectado por la inteligencia militar (general Mario Sepúlveda Squella) y entonces se dio una contraorden que no llegó o no quiso ser cumplida por oficiales y civiles implicados en la rebelión y tuvieron como resultado “la asonada que desencadenó la rebelión del Blindados n°2. Estos hechos, explica Thieme, aceleraron “el otro golpe, el golpe maestro que venía de afuera”. El “otro golpe”, del que habla Thieme, aun si entre los dos golpes -la asonada patrocinada por P Y L con oficiales de mediano rango y el golpe “maestro” que venía siendo preparado desde hacía meses desde el extranjero-, había por cierto vasos comunicantes. Pero de alguna manera el “Tanquetazo” interfería en el plan que llevaba a cabo el alto mando de la conspiración, por eso el general Arellano escribió posteriormente;” No estábamos para asonadas, nuestras intenciones eran bastante más serias, por eso que en un primer momento existió desazón, significaba un retroceso en nuestros planes”. Es decir los planes del golpe “maestro” que venía de afuera al que hace alusión Thieme. Ello explica la confusión entre los conspiradores durante ese día 29, entre los “asonadistas” (P y L y oficiales de mediano rango) y el alto mando de la conspiración. Las apresuradas comunicaciones telefónicas de Leigh al ministro de defensa José Tohá, ofreciéndole sin tapujos el bombardeo de los sublevados del Blindados N° 2, así como el llamado de Arellano Starck al general Mario Sepúlveda proponiéndose como mediador ante los rebeldes para convencerlos que regresaran a sus cuarteles, a lo que Sepúlveda Squella contestó tajante como ya hemos dicho en Cuenta regresiva anterior : sólo habrá rendición incondicional. La noche del 29 de junio tuvo lugar una reunión de generales y almirantes para analizar la sublevación. Pinochet escribe en su Día Decisivo, una suerte de mescolanza de hechos reales con otros imaginados por él, destinados a corregir a posteriori los hechos reales ocurridos e incluirse como un participante activo en la conspiración, lo que ha sido refutado por varios participantes y organizadores activos de larga data del golpe. Arellano escribe a posteriori que ya desde ese momento se había abierto un foso en el cuerpo de generales, sobre todo en lo que respecta a la participación de militares en responsabilidades gubernamentales. Varios generales (Bonilla, Arellano, Bravo, Nuño) consideraban que era necesario un acuerdo político con la oposición, lo que significaba que el gobierno debía cambiar de política en todos los ámbitos. Una especie de emplazamiento con el objeto de llevar a cabo un “golpe blanco”. Porque una de las consecuencias que derivó del “tanquetazo”, fue que el Alto Mando de la conspiración llegó a la conclusión que un golpe sólo podía tener éxito con la indispensable participación del Ejército, que a pesar de los acontecimientos del 29 de junio, había demostrado que la verticalidad del mando seguía vigente. La estación de la CIA en Santiago escribió al respecto en una nota dirigida a Washington : “los almirantes y generales hablan abiertamente sobre la necesidad de derribar al gobierno de la UP, pero llegan a la conclusión de que nada se puede hacer en el Ejército que no está preparado por el momento para una acción de este tipo”. A comienzos del mes de julio fue convocada una reunión del Estado Mayor de la Defensa Nacional, encabezado por el vicealmirante Carvajal y el general Díaz Estrada de la Fach, más cinco representantes de cada institución castrense. A esta reunión concurrieron Pinochet, Sepúlveda, Bonilla, Nuño, Arellano y Prats por el Ejército; el almirante Montero, Merino, Carvajal, Huerta, Daniel Arellano y Ricardo León por la marina; Ruiz, Leigh, Rodríguez, Claudio Sepúlveda, Martínez, Díaz Estrada y Francisco Herrera por la Fach. Se debatieron los últimos acontecimientos ocurridos en el país, los problemas ligados a la violencia política, el desabastecimiento y la vulnerabilidad del país ante un eventual peligro exterior. Varios oficiales abogaron por una decisión militar ya que “no podemos seguir siendo espectadores mudos”, dixit Díaz Estrada. En sus memorias el general Prats escribió respecto a dicha reunión : “El país vive en medio de un problema político, que deben resolver los políticos mediante un acuerdo para evitar el enfrentamiento armado”. Prats manifiesta que la presión militar sobre el gobierno podría tener como consecuencia una tiranía y un baño de sangre. Montero y Ruiz estuvieron de acuerdo con Prats. Arellano estimaba que todo acuerdo o tregua política implicaba la participación gubernamental de la oposición. Desde comienzos del mes de julio, el “Comité de los 15” (5 oficiales por cada institución) había elaborado un “memorándum secreto”, en el cual las FFAA planteaban las soluciones para restablecer el principio de respeto a la autoridad y la normalización del país. Este fue entregado al Presidente Allende. Tan “secreto” era dicho memorándum que la estación de la CIA lo envió a Washington a inicios del mes de julio. Fue distribuido entre algunos generales, pero Pinochet nunca lo tuvo en sus manos. Con una retórica conocida, el memorándum “secreto” hace hincapié en el carácter profesional, obediente y no deliberante de las FFAA, puntualiza que no se puede ignorar el surgimiento en el país de dos bandos irreconciliables. Se alude machaconamente a la existencia de grupos armados, el deterioro de la autoridad, etc. Proponía medidas concretas:
Se señalaba a su vez la prioridad de la importación de repuestos; las divisas y su utilización sólo en adquisiciones vitales para el país; libre acceso al crédito para empresas privadas y mixtas; distribución equitativa de artículos de subsistencia vía organismos legales y por canales de entidades especializadas. En el punto 14 se señalaba que se debía mantener la inexpropiabilidad de las 40 hectáreas básicas y la regularización de la propiedad privada a aquellos que habían sido asignados. El punto 15 apuntaba a la uniformización de la política de remuneraciones en el sector social y en las empresas del área social. Se aconsejaba también limitar las actividades de la Corfo y terminar con la práctica de empresas del área social que entregan parte de la producción a sus trabajadores. El Memorándum ponía énfasis en la independencia de los poderes del Estado y el cumplimiento de las garantías constitucionales. Abogaba por el entendimiento de los chilenos por encima de banderías políticas, el robustecimiento del principio de autoridad, el ordenamiento de las actividades laborales así como la aplicación irrestricta e indiscriminada de la Ley de Control de Armas. El Memorándum fue el basamento en el cual se fundamentó ante las FFAA el pronunciamiento militar. Más tarde, en ese mes de julio Prats asistió a una reunión para discutir el informe de inteligencia de las FFAA. Según esta instancia, la UP y sus partidarios almacenaban armas. Carvajal reiteró que había que aplicar drásticamente la Ley de Control de Armas. Prats aprobó, pero desconocía que la CIA consideraba estos allanamientos como el “plan anti-insurgencia que podía ser utilizado como base del golpe de Estado, que el almirante Carvajal coordinaba. En la Armada el plan era conocido como “Plan Cochayuyo”. Al día siguiente, el 26 de julio de 1973 se celebró en la Embajada de Cuba el vigésimo aniversario del asalto al Cuartel Moncada. Concurrió el Presidente Allende, civiles y militares, Pinochet, representantes diplomáticos, ministros y dirigentes políticos. El edecán aéreo de Salvador Allende Roberto Sánchez y su edecán naval, Arturo Araya Peters. Sería su última velada entre amigos. Horas después, en el curso de una asonada organizada por las Brigadas Operacionales de Fuerzas Especiales de Patria y Libertad y monitoreada por la Armada, cayó herido de muerte en el balcón de su apartamento de calle Fidel Oteíza en Providencia, el edecán naval Araya Peters. Cuenta Regresiva N° 4 julio 1973. |
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